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Historia de cómo llegué a la Leche de burra
Soy Germán Errázuriz, vengo de una familia de agricultores, por tanto el contacto con la tierra lo llevo en la sangre desde mi más tierna infancia. Crecí en contacto con los animales y eso deja una impronta para siempre.
Saliendo del colegio estudié medicina en la U. de Chile, luego me especialicé en pediatría en el Hospital de Niños Luis Calvo Mackenna, y a continuación hice la especialidad de Gastroenterología en la Universidad de J.W. Goethe en Frankfurt, Alemania. En paralelo a esto hice mi doctorado en Medicina, en la misma Universidad.
De vuelta en Chile en 1998 quisimos vivir en provincia, por tanto nos fuimos con mi familia a Puerto Montt, donde trabajé 13 años en el Hospital Base de Puerto Montt.
En esa época, fines del 90, inicio 2000, comenzó a verse con una frecuencia en ascenso progresivo la aparición de alergias alimentarias en lactantes, especialmente la producida por la proteína de la leche de vaca. La literatura extranjera ya hablaba bastante del tema, pero en Chile recién comenzaban a aparecer niños con esta patología.
Fue un dolor de cabeza, dado que en Chile apenas se disponía de fórmulas hipoalergénicas, que además son de alto costo y muy mala palatilidad. Trabajando en una población de escasos recursos, estas fórmulas no eran una alternativa.
Conseguí que el hospital pagara la fórmula a algunos niños mientras estaban hospitalizados, pero al alta el problema continuaba.
Lo que se usaba como alternativa en Chile era el “licuado de pollo”, fórmula que intentaba aportar proteínas y nutrientes en cantidad adecuada, y que ayudó a muchos lactantes.
Se me ocurrió usar leche de cabra, diluida, la cual conseguí con un productor de la zona. Les enseñé a los padres como pasteurizarla de manera artesanal. En algunos niños funcionó, pero finalmente abandoné su uso, dada la alta frecuencia de reactividad cruzada con la leche de vaca. En los análisis de composición de proteínas, la similitud con la leche de vaca es de un 98%, lo que explica este fenómeno clínico.
El año 2004, llegó a mi consulta un lactante en malas condiciones, en que el diagnóstico fue alergia a la proteína de la leche de vaca. Intentamos con la madre las fórmulas hipoalergénicas del mercado, pero ninguna funcionó. Por azar intentamos con leche de burra, dado que la madre tenía una burra parida en casa. El resultado fue milagroso. En unos días desapareció la diarrea, las lesiones de piel, los síntomas respiratorios, comenzó a sonreír.
Los hermanos eran también sumamente alérgicos de piel y aparato respiratorio, por tanto también intentamos dándoles la misma leche. Mismo resultado, con una mejoría notable de los síntomas.
De ahí en delante comencé a indicar en pacientes graves o de escasos recursos, que compraran una burra parida. En las zonas rurales y Chiloé la mayoría de los pacientes podía mantener una burra en su casa, sólo necesitan un poco de pasto y cariño.
De regreso en Santiago el año 2009 dándole vueltas al tema, decidí hacer un proyecto para producir leche de burra. Pensé: «tengo el conocimiento médico y agrícola para hacerlo, lo cual es una buena mezcla.»
Así es que el 2013 junto a mi madre y socia comenzamos este proyecto en el campo que tenemos en conjunto con ella.
Así nació ASINOLAT®.